NINGUNA inquietud a este respecto debe agitar vuestras horas
Hilkar de Talpakén -Consejo de Instructores
Paz, esperanza y amor sobre todos los seres. Mis palabras serán una breve explicación del significado de la iniciación.
No es para vosotros una cadena de hierro, ni una penosa esclavitud, ni un duro freno que atormente vuestra vida. Es una antorcha colocada en vuestra mano para iluminar vuestro sendero y el de vuestros hermanos que caminan a oscuras en torno a vosotros.
Es una agua clara del manantial divino que reconforta vuestro espíritu y aumenta sus energías y desarrolla sus facultades superiores.
Es la oculta fuerza del Amor Divino que os hace capaces de amar a vuestros hermanos como a vosotros mismos y de transmitirles suave y lentamente la comprensión de la verdadera vida que debe vivir el hombre sobre la tierra si quiere vivirla de la manera más bella, pura y dichosa posible.
Es tal como os ha dicho el Divino Maestro, no sois ya pequeños seres de la turbamulta inconsciente, sino misioneros de la Idea Divina, de la Palabra Eterna, traídas por El a la Tierra.
LIBRES sois de andar más lento o más aprisa por el nuevo camino en que fuisteis iniciados, y librado a vuestra consciencia y libre albedrío, para que en la presencia de Dios seáis jueces de todos vuestros actos, sin que nadie deba intervenir en la sagrada intimidad de vuestro mundo interior.
SEREIS vosotros mismos quienes decidáis libremente, en un futuro más próximo o más lejano, cuando hayáis superado todo lo que corresponde en vencimientos y abnegaciones el Portal Primero y creáis en acuerdo con vuestra conciencia que podéis pasar al Segundo.
NINGUNA inquietud a este respecto debe agitar vuestras horas, pues debéis tener el pleno convencimiento de que al entrar en la blanca legión de los colaboradores íntimos del Cristo en su Obra de redención humana, quedáis de hecho dentro de su aura radiante y suavísima que es muralla de protección en todo aspecto y sentido.
Seáis bienvenidos al abrazo eterno de todos los amadores del Cristo y Servidores de la Humanidad.
Hilkar de Talpakén
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